Eran la monotonía de las mañanas de otoño, la rutina de un café a medio acabar y de una puerta que se cierra sin prisas.
Ellos, los que no se despedían de nadie al salir de casa.
Y luego ellos otra vez. Una chica y un chico en el ascensor. Sonrisas entrecortadas, miradas que van a parar a ningún sitio. Despedidas a media voz que tienen miedo de despertar, despertar esas ansias que se callan que reprimen cerrando sus labios mientras en su interior gritan.
Luego un portal, dos sombras que se pierden en medio de tanta gente, en una vía demasiado transitada, con excesiva cantidad de cuerpo y una gran escases de almas, que se mueven al unisono con el tic-tac de un reloj.
Pasa el día, nada nuevo, y un camino de vuelta a casa.
Nadie les espera en casa, en el autobús ella sostiene entre sus delicadas manos a un Neruda que no pesa. Y sopesa, otro día más no sabe si volver. Y sueña, ya lo creo que sueña, sueña con viajes infinitos en el ascensor.
Y mientras él, elevando el volumen de su música, se aleja y su sueño se encuentra con el de ella.
Y un portal, un ascensor que se detiene, un chico y una chica, las luces se apagan y sueñan.
Ellos, los que no eran mas que transeúntes solitarios por la vida.
Ellos que no tenían miedo, hoy temían al silencio, temían a que las lecturas durasen eternamente, temían a que la música sonara sin ser interrumpida por los besos, a no llegar con prisas al despertar por haberse acompañado en noches demasiado largas.
Ellos dejaron de no esperar nada, y empezaron a quererlo todo en la vida.
Y yo me marcho, los dejo solos para que ellos hagan poesía, pues yo ya les he dado palabras cargadas de vidas.
Ellos no tienen nombre, porqué ellos están por todas partes. Habitan en cada uno de los suspiros, de las miradas fugaces.
Ellos son parte de esos silencios incómodos que no buscan palabras.
domingo, 10 de enero de 2016
viernes, 8 de enero de 2016
Daños colaterales
Yo ya no sé si vamos o venimos, si somos juntos o por separado.
Nos volvimos suicidas en vida y vivimos en una muerte anunciada por el tic tac del reloj. Nos volvimos cenizas y olvidamos apagar las rachas de viento, de esas que desordenaban mi pelo y tu apartabas para besarme.
Fuimos en pasado, y ahora en presente también fuimos. Nunca dejamos de ser lo que ayer fuimos, y a la vez nunca dejamos el pasado atrás para ser hoy o mañana, o simplemente un futuro de dos segundos más, de un beso tan largo como la luna.
Nos hicimos llamar "daños colaterales" supongo que no había muchas más formas de llamarnos sin necesidad de nombrarnos.
Y luego llegaron las noches de insomnio, al escuchar la lluvia y el viento fuera, intentando frenar el diluvio por dentro.
Llegaron los días de buscarnos por las aceras repletas de nada y de todos los recuerdos, de todas las promesas de balde. De ti y de mi, de nosotros, los furtivos.
Ahora solo quedo yo, en la misma habitación y el reloj que ha perdido su encanto ahora ya solo cuenta el tiempo, antes era la banda sonora de mi espera a tu llegada.
Ya no habrá sinfonías esta noche, ni serán nuestros cuerpos los instrumentos a afinar.
Fuimos un disparo certero, al medio día de un invierno demasiado largo, ahora ya somos tan sólo una cicatriz en medio de un pecho demasiado baldío.
Que ya no sé si estamos a medio construir, o parcialmente en ruinas. Tan sólo sé que somos los daños colaterales de nuestras tormentas, con tarifas demasiado bajas, consecuencias demasiado altas.
Nos volvimos suicidas en vida y vivimos en una muerte anunciada por el tic tac del reloj. Nos volvimos cenizas y olvidamos apagar las rachas de viento, de esas que desordenaban mi pelo y tu apartabas para besarme.
Fuimos en pasado, y ahora en presente también fuimos. Nunca dejamos de ser lo que ayer fuimos, y a la vez nunca dejamos el pasado atrás para ser hoy o mañana, o simplemente un futuro de dos segundos más, de un beso tan largo como la luna.
Nos hicimos llamar "daños colaterales" supongo que no había muchas más formas de llamarnos sin necesidad de nombrarnos.
Y luego llegaron las noches de insomnio, al escuchar la lluvia y el viento fuera, intentando frenar el diluvio por dentro.
Llegaron los días de buscarnos por las aceras repletas de nada y de todos los recuerdos, de todas las promesas de balde. De ti y de mi, de nosotros, los furtivos.
Ahora solo quedo yo, en la misma habitación y el reloj que ha perdido su encanto ahora ya solo cuenta el tiempo, antes era la banda sonora de mi espera a tu llegada.
Ya no habrá sinfonías esta noche, ni serán nuestros cuerpos los instrumentos a afinar.
Fuimos un disparo certero, al medio día de un invierno demasiado largo, ahora ya somos tan sólo una cicatriz en medio de un pecho demasiado baldío.
Que ya no sé si estamos a medio construir, o parcialmente en ruinas. Tan sólo sé que somos los daños colaterales de nuestras tormentas, con tarifas demasiado bajas, consecuencias demasiado altas.
lunes, 4 de enero de 2016
Bailes de colchón
Siempre nos quedamos a medias. A medias palabras, a medio camino de los sueños. A media vida de un mañana que no llega.
Diciendo que de medias naranjas va la cosa, y a mediados de diciembre ya pasaron por nuestro colchón más medios que nombres, esos nunca se recuerdan, y es que si no hay nombre no hay pecado.
Y así, a medias, buscábamos calor a mediados de diciembre. Cuellos altos y abrigo abrochados hasta arriba, los medios los dejamos para las noches cuando ya el alcohol calienta desde dentro.
Quisimos ser de los que ensayaban a solas durante noches eternas los pasos de nuestros bailes de colchón, que probábamos diferentes compañeros, para acabar con quien ya se lo sabía tan bien como nosotros.
De esos que sentían el ritmo dentro y que en la fusión se dejan llevar.
Aquellos a los que les palpitaba el sexo al ritmo del corazón, que desvestían corazas y arremetían contra un enemigo de recuerdos cargados.
La pareja de baile favorita a la que no le interesaba ser juzgada.
Te espero como siempre en la misma pista de baile, con los mismos pasos para caer rendidos otra vez a nuestros bailes a nuestro acto de fe. Volver a pisar la pista de una habitación con número.
domingo, 3 de enero de 2016
Volvernos a ver como llueve en Sevilla
Y aquí estoy yo a medio romper,
siendo más bache que persona.
Y ahí estás tú, dándole la espalda a la piedra,
y los dos con el mundo patas arriba,
sin saber como unir la grieta.
Éramos ilusiones. De esas transitorias, las que nos atacaban al abrir un regalo en navidad. Las de comprar un billete de lotería, para arrugarlo en un bolsillo al poco tiempo.
Éramos ilusiones de esas que se marchan con la realidad.
Para atacarnos con más fuerza que nunca al poco tiempo.
Éramos de esos acostumbrados a ir y venir, para atacarnos con los labios después de mucho tiempo. De esos que se abalanzan contra el cuerpo ajeno, buscando sentir lo que no nos da el nuestro.
De los que disfrutaban con cada embestida, pero mejor que fuera en la cama que en la vida.
Y joder, como le temblaban las manos al oír tu nombre, pero que bien disimulaba la tía.
Como siempre música de fondo. Algo de Andrés Suarez, y el volumen a tope.
Supongo que iba de evadirse, de no pagar las consecuencias.
A fin de cuentas la Bella durmiente quizás solo quisiese dormir, puede que estuviese cansada de esperar al príncipe azul que siempre llega tarde.
Puede que se pinchase para poder descansar.
Puede que el príncipe no llegue a tiempo, otra vez, y que tu y yo nos volvamos a abandonar a nuestros bailes de colchón.
Para luego volvernos a ver como llueve en Sevilla, ahora ya sin compartir paraguas.
siendo más bache que persona.
Y ahí estás tú, dándole la espalda a la piedra,
y los dos con el mundo patas arriba,
sin saber como unir la grieta.
Éramos ilusiones. De esas transitorias, las que nos atacaban al abrir un regalo en navidad. Las de comprar un billete de lotería, para arrugarlo en un bolsillo al poco tiempo.
Éramos ilusiones de esas que se marchan con la realidad.
Para atacarnos con más fuerza que nunca al poco tiempo.
Éramos de esos acostumbrados a ir y venir, para atacarnos con los labios después de mucho tiempo. De esos que se abalanzan contra el cuerpo ajeno, buscando sentir lo que no nos da el nuestro.
De los que disfrutaban con cada embestida, pero mejor que fuera en la cama que en la vida.
Y joder, como le temblaban las manos al oír tu nombre, pero que bien disimulaba la tía.
Como siempre música de fondo. Algo de Andrés Suarez, y el volumen a tope.
Supongo que iba de evadirse, de no pagar las consecuencias.
A fin de cuentas la Bella durmiente quizás solo quisiese dormir, puede que estuviese cansada de esperar al príncipe azul que siempre llega tarde.
Puede que se pinchase para poder descansar.
Puede que el príncipe no llegue a tiempo, otra vez, y que tu y yo nos volvamos a abandonar a nuestros bailes de colchón.
Para luego volvernos a ver como llueve en Sevilla, ahora ya sin compartir paraguas.
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