viernes, 18 de diciembre de 2015

Puede que me haya perdido en ese infinito del que no podemos huir. Y que hayamos dejado de ser.

Y aún recuerdo como quemaban las yemas de tus dedos recorriendome, fuimos en subjuntivo, quizás sin nunca llegar a ser.

Yo frente a esta lluvia torrencial de palabras que están mudas, sin ser capaz de articular ni tan solo una de ellas. Pero por dentro gritan, elevan su volumen hasta hacer estallar mi cabeza, y yo, sello los labios a cal y canto.

Ya no hueles, ni huelen mis sábanas. Ya no eres, ni volverás a ser. Ya no escribo, me enfrento a una pantalla en blanco y una aglomeración de palabras.

Me encuentro frente a la entrada del metro, abarrotada, colapsada de viandantes, cielos, como me cuesta recordarte.

Nos estamos acostumbrando a la distancia a faltar, y es raro estar.

Y no me entiendo ni yo, esto es el caos original. Ya no escribo, vómito palabras sin ton ni son.

Me refugio en mi mundo onírico particular, puede que pronto me vuelva desde allí, por ahora habito en este sueño.

domingo, 13 de diciembre de 2015

Hueles (con Javy)

Hueles

Hueles a hasta pronto, a cinta de embalaje y prisas, hueles a fugacidad de una noche de verano y te has quedado dos inviernos.

Hueles a noches en vilo, a besos de estación, hueles a despedida. A que quiero que te quedes conmigo, aunque no tengas un buen motivo.

Hueles a un después que no llega, a la última mirada desde el otro lado del andén. Y dios, ya no hueles más que en mis sábanas. Hueles a promesas de café por las mañanas, y a abrazos por la espalda.

Hueles a lluvia recién mojada sobre la hierba, a rosa recién cortada. Hueles a la tranquilidad que me das en mi cuerpo, al escuchar tus suspiros tras decirme: te quiero.

Hueles a besos por el cuello y a algún que otro poema de Bequer. Hueles a siglos de historia, a mitos y leyendas. Hueles a noches de sueños enredados. Y hueles a fuerza, a ganas de querer quedarse y a un no sé. Hueles tan a ti, que haces que mi piel ya no huela a miedo.

Hueles a recuerdo. Pues si bien hoy te tuve, también se que mañana no te tendré. Pues no se que hacer para que te quedes o que debes tu hacer, para que no me vaya yo también.

Y ya lo dijo Neruda, es tan corto el amor, y es tan largo el olvido. Y tu eres incertidumbre, un no sé constante de carne y hueso. Y yo aquí estoy repasando los pasos de nuestro baile, que no hay música que no suene a ti , ni olvido por largo que sea que no huela como hueles.No se si olvidaste ya nuestro ultimo beso. Pero quizás un día, oliendo cualquier cosa, la más mínima de la rutina, hara que haga que te acuerdes de mi.

Y me huele a lluvia, a tormenta que se acerca. Huele a huracanes de recuerdos que no quieren dormir. Me huele tan a ti que te siento aquí.

Y me huele a esperanza, a saber que aunque se muy bien que no regresarías, tengo la seguridad de que encontraré a otra persona con la que compartir mis sentimientos y pensamientos más profundos. Con quién despertar, reír y soñar, pese a ser tu con quien aprendí a amar.

Me enseñaste a amar y a morir de amor. Y ahora me dejas aquí sin haberme enseñado a olvidarte, a borrar la huellas de tus labios por mi piel. Y no, esta lección no la quiero aprender. Quiero que continué oliendo a café por las mañanas, y que los buenos días sean abrazos. Que no haya ganas de salir de la cama, que sea nuestro barco a la deriva.

Me acuerdo cuando nos besabamos y en vez de salir a la calle nos daba pereza por estas abrazados en la cama. Me acuerdo cuando me decías te quiero tras habernos picado entre cosquillas y jugueteos con la almohada. Me acuerdo lo que sentía y si eso no era felicidad, por lo menos, era lo que más se parecía.

 Soñábamos un sueño infinito, y sin cerrar los ojos. Éramos ilusiones transitorias que se quedaron estancadas en un beso, profundo, cargado hasta las trancas. Igual que van los gintonic desde que no estás.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Posdata: te quiero.

Posdata: te quiero. 

Eras el de los andares graciosos. El que se quedaba hasta las tantas por mi, y con el que me dormía hablando. Eras poesía de la buena de esa que cala en lo más hondo. 

Cielo eras un gran conjunto de incongruencias, y eras los versos de Neruda que nunca olvidaré. Eras presencia aún en tu ausencia porque todas las canciones me hablaban de ti.

Eras mi salvavidas, y mis remos. Mi fuerza en las decaidas. Mi amor platónico y mi amante. Eras mi enamorado del amor cortés, y yo la "señor" que no se pudo resistir.

Eras mi equilibrio y mis constantes. 

Sé que soy la que te llama cursi, y la que le cuesta recibirte sabiendo que te vas, quiero menos reencuentros y despedidas más largas, que duren años. 
Y es que hay gente que habla de suerte. Yo digo que ojalá siempre nos quede diciembre. Ojalá siempre nos quedemos. 

lunes, 7 de diciembre de 2015

escribo...

La habitación está oscura. 

Por la ventana entra la luz tenue de la farola de enfrente, no alcanza a iluminar la puerta y yo, me conformo con pensar que por eso no veo la salida.

Dicen que si un escritor se enamora de ti, nunca morirás. Y yo, yo escribo para no morir, porque sé que ningún escritor se enamorará de mi.

Regalo mis líneas rotas a medio acabar, cargadas de falta de ganas, de fuerzas fallidas, a quien las quiera.

Regalo mis palabras vacías que van directas al pecho, a alguien que entienda que el recuerdo acecha, como solo yo puedo sentirlo adentrarse bajo mis sábanas, y luego se marcha riendo, dejándome con el suspiro en los labios. Me piden palabra más bonitas, realidades garabateadas con menos espinas. Lo hacen sin llegar a comprender, que en estas líneas mal construidas de millones de errores, se escapan rompiendo en mil pedazos mi existencia los gritos que llevo dentro, que aunque no encuentren consuelo en las palabras se vuelven tangibles y se marchan de mi interior, volviendose peso en el papel y no en la conciencia. 

Y son esos días en los que no hecho de menos a nadie del pasado, tan solo a mi, pero yo quedé muy lejos ya.

Quedé en un invierno que no calaba, y una primavera que en lugar de florecer se marchitó, me perdí en este horrible sitio, la realidad, mi realidad. 

Y que importa si las palabras son tristes o si no agradan a todos.

Yo escribo para seguir con vida. 

Para odiarme un poco menos. 

Para poder amarnos un poco más. 

Escribo porque somos imperfectos, pero sobre todo porque nunca deberíamos buscar la perfección. 

Los paisajes más bonitos no lo son, las mejores personas vienen hechas mierda por dentro.

Escribo porque aunque ningún escritor se enamorará de mi. Espero un día poder creer que me merezco a quien me ama.