jueves, 26 de noviembre de 2015

Llueve.

Noches en blanco, y una mirada clavada en el techo.

Demasiados reproches, y un derroche de éxtasis que recorría sus venas.
Esa? Sí, esa. Esa, tú! Ella que ve pasar el tiempo y lo deja marchar. Esa que cree que la vida es un lienzo en blanco que no debe pintar.

Esa? Tú? No, yo.

Fuera llueve.

 Lo sé, oigo el repiqueteo constante de la lluvia. Y cala, cala hasta los huesos. No he salido, en verdad casi nunca salgo desde que no estás, pero hoy la excusa es la lluvia.

He asomado unos delicados dedos blancos seguidos de una frágil muñeca, tan blanca y pálida, que casi era traslúcida. He traspasado el umbral de esta ventana apenas abierta y he tocado la lluvia. Ha sido simplemente, por sentir algo. Porque desde que tu no estás, no siento nada.

 Me mantengo en un limbo constante.
De días fríos y nublados, y noches, bueno noches aún más frías y en blanco.

Mi mente siempre en blanco no vaya a ser que a tu sonrisa se le de por aparecer, o a mi memoria por recordarte.

En blanco.

Un lienzo en blanco nunca puede hacer daño.

Somos retales, retales de una vida de caídas y algún que otro progreso. Y no sé, también nos formamos de puntadas de hilo, esas que nos dejan los desconocidos que llegamos a conocer tan bien.

También somos vivencias, reuerdos clavados en la memoria que se niegan a abandonarnos, que nos quitan el sueño por las noches, y otros que nos dan mas ganas de soñar.

Y es que hay quien llega a tu vida para ordenarla, para centrarte y quien interrumpe atropelladamente poniendo patas arriba nuestro pequeño universo, provocando aún mas desastres en nuestro ya de por sí enrevesado caos existencial.

Hay quien te pinta una sonrisa en la cara y quien te hace cosquillas hasta que no puedes dejar de reír y no tienes más necesidades que la de un abrazo infinito.

Está quien te inspira, y quien lleva las palabras grabadas en sus ojos .Y te invita a no dejar de leer.

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