Ya los andenes saben menos a saliva y lágrimas. Ya los andenes, no hablan bajito.
Santiago, es menos pecado desde que no descubrimos juntos sus rincones. Y los días de calor son un infierno sin sudor de dos.
Me paro frente a los portales rotos, que se han reconstruido con las manos temblorosas de unos desconocidos. Y me hieren, y te hieren en mi recuerdo las astillas que estallan en mil pedazos por dentro, y me hieren. Y, Joder, como dueles.
Que dueles si estás, ya que no estás, y si te marchas me matas.